lunes, noviembre 27, 2006

PPD y Ética

En el XXVI Consejo General de nuestro Partido, que se desarrollo en el Edificio Diego Portales (donde se concentro una gran expectación por parte de los miembros del Consejo), se realizo un panel donde Carlos Peña González y Davor Harasic, nos entregaron su visión sobre el PPD y la Ética publica.

A continuación las tesis que desarrollaron en nuestro Consejo.

Primera tesis es que la política en Chile siempre ha sido una política algo clientelística y que la gestión del Estado en nuestro país siempre ha sido influida de manera más o menos explícita por intereses privados.

Segunda tesis es relativa a un defecto estructural de la política en Chile que atrapa a la centroizquierda en medio de una paradoja: hoy día la política requiere cada vez más dinero; pero los partidos de izquierda están lejos de las fuentes que lo producen.

Tercera tesis alude a las oligarquías. En general, los partidos deben esmerarse por hacer circular las elites y por renovarlas. De otra manera surgen oligarquías y grupos que se acostumbran a vivir de la política y acaban aferrándose a ella a cualquier costo.

Cuarta tesis se relaciona directamente con el Partido por la Democracia. El PPD posee una orientación instrumental que calza como un guante con el estilo clientelístico que estuvo arraigado en Chile desde antes del golpe militar y con la cultura aspiracional que ha surgido en Chile. Quizá esta haya sido la razón de su éxito repentino y quizá esté aquí también el germen de su fracaso.

Quinta tesis afirma que los partidos sin ideas, ocurre con el PPD, estimulan las conductas facciosas que confunden la lealtad con los pactos de silencio, el triunfo en el corto plazo con el éxito y el protagonismo en los medios de comunicación con el genuino liderazgo.

Sexta tesis alude a las transformaciones que ha experimentado nuestro país y a la manera en que ello influye en nuestras pautas de comportamiento. Hoy día, como consecuencia de la expansión del consumo, estamos en un momento de tránsito cultural que exige de los partidos, más que nunca, la capacidad de orientar la conducta de sus miembros.

Séptima tesis es relativa a cuáles son los estándares de comportamiento exigibles en el ámbito de la política. En el ámbito de la política no basta con actuar dentro de la ley, hay que mantener una conducta que cultive la reciprocidad y las virtudes que están a la base de la democracia.

Octava tesis es que hay que aprender de la experiencia en vez de esmerarse en olvidarla.

Novena tesis es que en Chile hemos hecho del emprendimiento, de la innovación y de la audacia el paradigma de todas las virtudes. Y que todo eso ha perjudicado a la política democrática.

Décima tesis, es necesario recordar a quienes han hecho de la política su vocación, que la democracia es una empresa colectiva que reposa sobre el cultivo de algunas virtudes y el respeto de algunos valores. Y que si la democracia puede ser neutral y tolerante respecto de muchas cosas, no puede serlo respecto de sí misma.

La política democrática como aquella a la que cada uno de nosotros aspira, descansa sobre la idea que, en medio de la competencia por el poder, todos formamos parte de un mundo en común que debemos cuidar. Esa idea es la que permite que cada miembro de la comunidad política pueda trascender su subjetividad hasta encontrarse en un “nosotros” que favorece la comunicación y la vida compartida que son la base de la vida cívica, del diálogo y de la experiencia ciudadana. Sin ese tipo de ideas y valores cívicos, la vida colectiva deja de ser un ámbito en común, con lealtades recíprocas entre sus miembros y por eso los partidos, más que cualquiera otra organización, deben desarrollar entre sus miembros la idea que la democracia es una empresa común que compromete a todos los contemporáneos, pero también a quienes nos antecedieron y también a los que vendrán. Ese tipo de compromiso cívico que los partidos deben contribuir a desarrollar, y sobre el que se soporta la democracia, es el único antídoto definitivo contra la corrupción, porque a fin de cuentas, y no debemos olvidarlo, la democracia no logra funcionar sino cuando un puñado de sus hombres y de sus mujeres son capaces de amar a su patria y a su comunidad más que a su propia alma.

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